Si Cenicienta hubiera sido una chica del 2000, en lugar de fregar pisos estaría buscando trabajos para sobrevivir y no le pediría al hada ni vestido, ni carroza, sino tiempo y la posibilidad de poder hacer lo que le gusta en la vida. Tampoco se quedaría esperando que el príncipe viniera a rescatarla, sino que saldría a buscarlo por sí misma y entonces veríamos quien rescataría a quien... Esta es la historia de Flor, que como cualquier chica de 20 años tiene un montaña de sueños por cumplir y una realidad que se empeña en alejarla cada vez de ellos.

Es la historia de Flor Fazzarino Santillán… una chica de 20 años, con todos los sueños por cumplir y una realidad que se empeña en alejarla cada vez más de ellos. Su madre ha muerto, pero a esta altura ella ya conoce su verdadera identidad. Sabe que es hija de Santillán, un importante empresario muerto recientemente, que se encontraba casado con Malala, mujer ambiciosa y hostil, con quien ya tenía una hija llamada Delfina, al momento de nacer Flor.
En esta parte de la historia, Floricienta, niñera de los hermanos Fritzenwalden, estaba a punto de casarse con Federico, el mayor de ellos, cuando este muere en un accidente, al salvarle la vida al Conde de Kricoragán: Máximo Augusto Calderón de la Hoya. Así, por una mala jugada del destino, Flor ve derrumbados todos sus sueños y esperanzas de felicidad, pero se ve obligada a mantener la calma y la alegría para poder contener al resto de los hermanos Fritzenwalden.
Flor le había prometido a Federico protegerlos de Delfina pase lo que pase. De esta manera, se ve obligada a permanecer en la mansión y enfrentar la maldad de su madrastra y hermana que están empeñadas en destruirla más que nunca.
Por otra parte, Dios le concede a Federico, ya muerto, que un “soplo” de su espíritu permanezca en el cuerpo del Conde, diciéndole que Máximo sí tiene la fuerza y el valor que a él le faltaron para enfrentar la maldad y proteger a Flor y a sus hermanos. A cambio de esto, el “soplo del espíritu” de Federico ayudará a Máximo a sentir y le enseñará a amar. Es así como Federico hace firmar al conde la tutoría de los chicos y el condese descubre a sí mismo a cargo de una familia sin entender cómo ni por qué, ya que no recuerda haber firmado nada. Florencia detesta a Máximo y su estilo de vida, él es todo lo contrario de lo que ella esperaría de un príncipe: machista, mujeriego, bon vivant, desprecia el trabajo y las responsabilidades.
En esta parte de la historia, Floricienta, niñera de los hermanos Fritzenwalden, estaba a punto de casarse con Federico, el mayor de ellos, cuando este muere en un accidente, al salvarle la vida al Conde de Kricoragán: Máximo Augusto Calderón de la Hoya. Así, por una mala jugada del destino, Flor ve derrumbados todos sus sueños y esperanzas de felicidad, pero se ve obligada a mantener la calma y la alegría para poder contener al resto de los hermanos Fritzenwalden.
Flor le había prometido a Federico protegerlos de Delfina pase lo que pase. De esta manera, se ve obligada a permanecer en la mansión y enfrentar la maldad de su madrastra y hermana que están empeñadas en destruirla más que nunca.
Por otra parte, Dios le concede a Federico, ya muerto, que un “soplo” de su espíritu permanezca en el cuerpo del Conde, diciéndole que Máximo sí tiene la fuerza y el valor que a él le faltaron para enfrentar la maldad y proteger a Flor y a sus hermanos. A cambio de esto, el “soplo del espíritu” de Federico ayudará a Máximo a sentir y le enseñará a amar. Es así como Federico hace firmar al conde la tutoría de los chicos y el condese descubre a sí mismo a cargo de una familia sin entender cómo ni por qué, ya que no recuerda haber firmado nada. Florencia detesta a Máximo y su estilo de vida, él es todo lo contrario de lo que ella esperaría de un príncipe: machista, mujeriego, bon vivant, desprecia el trabajo y las responsabilidades.

Sin embargo, Flor no puede dejar de sentir “algo” imposible de comprender. Empezando por inexplicables “descargas eléctricas” que se producen cuando se tocan. Y un afecto que se niega a admitir.
A pesar de todos los contratiempos, Flor no pierde el buen humor y su alegría, y decide rearmar el grupo de música, pero con la intención de ayudar a la gente. De esta manera recorren colegios, hospitales, ayudan a personas en peligro, o las sacan de la tristeza transportando su música y alegría. Por su parte, Delfina, viendo que el Conde se siente atraído por Florencia, intentará conquistarlo en afán de alcanzar un título de nobleza y derrotar a la “Cardo” en su camino hacia la concreción del amor. Ella no sabe que Flor, tarde o temprano, reconocerá en el conde el amor que supo sentir alguna vez por Federico y comprenderá que, más allá de los cuerpos y el entendimiento, siempre surge y prevalece el verdadero amor. Ese que, por supuesto, nos permite creer que en los cuentos como en la vida, existen los finales felices…
A pesar de todos los contratiempos, Flor no pierde el buen humor y su alegría, y decide rearmar el grupo de música, pero con la intención de ayudar a la gente. De esta manera recorren colegios, hospitales, ayudan a personas en peligro, o las sacan de la tristeza transportando su música y alegría. Por su parte, Delfina, viendo que el Conde se siente atraído por Florencia, intentará conquistarlo en afán de alcanzar un título de nobleza y derrotar a la “Cardo” en su camino hacia la concreción del amor. Ella no sabe que Flor, tarde o temprano, reconocerá en el conde el amor que supo sentir alguna vez por Federico y comprenderá que, más allá de los cuerpos y el entendimiento, siempre surge y prevalece el verdadero amor. Ese que, por supuesto, nos permite creer que en los cuentos como en la vida, existen los finales felices…
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