
Pero La Feliz cuenta con una ventaja, los protagonistas de la tira éxito de El Trece se encuentran desde que comenzó la temporada alojados en la ciudad balnearia y allí hacen delirar a sus fans cada noche que se presentan en el Teatro América.
Leo (Luciano Castro), Segundo (Mariano Martínez) y Enzo (Gonzalo Heredia) se encuentran hospedados en el complejo Torre de Manantiales, ubicada en la calle Alberti al 400.
Allí cada tarde a las 19.30 hs. comienza la guardia de las chicas que quieren ver a los galanes y robarles al menos una foto. Un manojo de mujeres con cámara en mano se dispone en la puerta del hotel esperando que sus ídolos aparezcan.
Al principio los fans se juntaban en la puerta principal del complejo sobre la calle Alberti, pero con el paso de los días descubrieron que sus ídolos salen por la puerta del estacionamiento en la calle Gascón.
El reloj marca las 20 hs y la camioneta blanca que cada noche los traslada hacia el teatro de la Avda Luro estaciona y allí aparecen Ellos dispuestos a escuchar los gritos de las chicas, a que los toquen, los besen y les pidan una foto.
Pero no todos están tan dispuestos. El primero en salir (un ritual de todos los días) es Luciano Castro quien sube raudamente a la camioneta y no le gusta mucho la idea de parar a fotografiarse y firmar autógrafos, atrás Alejandro Muller, el que pareciera es el cuarto galán ya que los fans se desesperan por poder fotografiarse junto a Huevo.
Luego los gritos de las chicas se agudizan, Mariano y Gonzalo bajan del estacionamiento dispuestos a firmar cuánto autógrafo le pidan y a fotografiarse junto a sus seguidores, en su mayoría mujeres.
Eso sí Heredia, quien es al parecer el más gauchito y paciente de los tres ,le pide sólo una cosa a a las chicas, que no lo toquen. Es que es tanta la locura que generan estos muchachos que ellas son capaces de arrancarles hasta un mechón de pelos y a esto nadie esta dispuesto.
Pero no todo termina acá, desgraciadamente para los actores, al llegar al Teatro centenares de fans se encuentran tras las vallas esperando por ellos. Y con tremendos galanas al alcance de las manos es imposible resistirse a verlos de cerca al menos por unos segundos.


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