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Sólo sus tentáculos pueden medir más que un autobús. Y están armados con afilados garfios con los que, supuestamente, sujeta a sus víctimas para devorarlas.
Nadie ha visto aún uno con vida, y todo lo que sabemos sobre Mesonychoteuthis hamiltoni, el mayor invertebrado que existe sobre la faz de la Tierra, procede de cadáveres de ejemplares juveniles que de tanto en tanto afloran a la superficie, o de restos sueltos de su anatomía.
Y de testimonios de pescadores y marinos no comprobados científicamente y que llegan a hablar de terribles criaturas de hasta cincuenta metros de longitud.
Ahora, una nueva investigación llevada a cabo por biólogos de las universidades de Lisboa y Rhode Island y publicada por el Journal of the Marine Biological Association, de Gran Bretaña, sugiere que esta enorme criatura marina podría no ser tan fiera y terrorífica como la pintan las leyendas, sino un gigante tranquilo y de movimientos lentos y perezosos.
Algo que obligará a replantearse por completo su auténtico papel en el ecosistema en el que vive, entre mil y dos mil metros de profundidad bajo la superficie del Antártico.
Esta nueva forma de ver al calamar colosal (único miembro de su género y a no confundir con el calamar gigante), se basa en el análisis de los datos disponibles que han realizado los biólogos Rui Rosa, de la Universidad de Lisboa, y Brad Seibel, de la de Rhode Island.
Ambos estudiaron al detalle cómo funciona el metabolismo (la forma en que las células transforman el alimento en energía) de calamares más pequeños de la misma familia que Mesonychoteuthis hamiltoni, y usaron esa información para calcular cómo sería el metabolismo del coloso marino.
Los científicos se encontraron con la sorpresa de que el coloso debería tener un metabolismo muy lento, que le obligaría por tanto a moverse mucho más despacio de lo que se creía. Una característica que, de momento, le haría pasar de ser un cazador activo a otro que se oculta a la espera de que pasen sus presas, ya que sería incapaz de perseguirlas.
"Todo el mundo piensa que se trata de un agresivo depredador, pero los datos sugieren algo muy distinto -explica Rui Rosa- . Es un calamar que pesa media tonelada y que tiene garfios en sus tentáculos, pero nuestros resultados indican que es poco más que una gran masa de carne".
Una imagen que dista mucho de la del peligroso "Kraken" de las mitologías nórdicas, un monstruo capaz de atacar barcos y de arrastrar a los marineros a las profundidades para devorarlos. Pero si el calamar colosal es realmente una bestia lenta y que caza al acecho, entonces debe de consumir, y gastar, muy poca energía para moverse. Tan poca que los científicos se están replanteando su hasta ahora indiscutido papel como alimento de cachalotes.
Se sabe, o se ceía saber, que los cachalotes se sumergen miles de metros en busca de estos calamares, a los que dan caza. Y que las batallas que tienen lugar en las profundidades entre ambas especies pueden llegar a ser terribles y sangrientas, a juzgar por el tamaño de las ventosas impresas en más de un cadáver de cachalote arrastrado por las corrientes.
Sim embargo, "y a causa de que estos calamares tendrían la sangre más fría de lo que se pensaba, no serían un alimento realmente nutritivo", asegura Rosa. "El cachalote no sacaría mucho de comérse uno, y debería consumir un montón de estos calamares para mantener su estilo de vida". Rosa subraya también que, a pesar de lo poco que se sabe aún sobre esta criatura, prácticamente cualquier descubrimiento que se hace sobre ella o su forma de vida contradice las teorías existentes.
A pesar de todo, Mesonychoteuthis hamiltoni sigue siendo una criatura envuelta en el misterio. El mero hecho de que viva en aguas tan profundas y tan frías hace que resulte imposible para los científicos obtener ejemplares vivos para estudiarlos. "Realmente, no hemos conseguido estudiarlos en vida -admite Rosa- porque es imposible capturarlos en el océano. Sabemos más sobre la Luna que sobre las profundidades marinas. Es un cliché, pero muy verdadero, especialmente en el Antártico". /abc.es
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