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Hoy, la gran artista, envió una carta de lectores al diario La Nación. Pidió respeto por sobre el afecto. Además, sostuvo que “no es fácil para mí (y supongo que para todos los homosexuales) tener que explicar aquello que sentimos con absoluta naturalidad”.
Señor Director:
“Como es de dominio público, nuestro país se encamina por fin a debatir, en el marco que corresponde y merece, el honorable Congreso de la Nación, la posibilidad de que los miembros de la comunidad homosexual puedan casarse.
Esta noticia produce en mí dos sensaciones antagónicas: por un lado, desde luego, una enorme emoción, porque siento que los homosexuales estamos cerca de cumplir un viejo sueño y porque además mi amada Argentina va a caminar, de una buena vez, la huella que desde hace años transitan los países civilizados.
Sin embargo, en medio de estas emociones, también hay en mí cierta incomodidad cuando debo opinar sobre el tema. Es por eso que he decidido darle una forma más meditada, por medio de la palabra escrita.
Quiero decir en primer lugar que no es fácil para mí (y supongo que para todos los homosexuales) tener que explicar aquello que sentimos con absoluta naturalidad. Que yo sepa, nadie anda por la vida explicando su heterosexualidad, su poligamia, su abstinencia sexual o su inclinación por la gente de ojos marrones. Es tan invasivo, tan poco atinado (aun cuando venga sin mala intención) eso de exponernos públicamente a tener que expresar lo inexpresable.
Por otra parte, siempre me ha costado hablar en nombre de la comunidad homosexual, porque me parece que eso ayuda a enfatizar la discriminación en lugar de luchar contra ella. Yo soy parte de la comunidad humana, y simplemente tengo inclinaciones sexuales que no son las de la mayoría.
Los homosexuales somos individuos, y como tales merecemos ser amados, rechazados, odiados o ignorados como cualquiera, pero por aquellas conductas que nos definen como personas, no por nuestras conductas sexuales.
En resumen: no pido que me quieran; exijo que me respeten”.
Florencia de la V
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