
Luego fue a los tres basurales a revolver relleno sanitario con la esperanza de encontrar el colchón con el dinero, pero todo fue en vano. Yitzhak Borba, gerente de uno de los basurales, explicó que era difícil encontrar un colchón en medio de 2.500 toneladas de residuos que llegaban al lugar cada día. Y que estaban haciendo lo imposible por mantener a raya a los posibles buscadores de tesoros.
La ex millonaria se consoló pensando en que tal vez varias familias necesitadas se habrían quedado con el dinero, pudiendo mejorar sus vidas. Pero la serenidad no le duró mucho; se angustió pensando que tal vez su millón de dólares había sido incinerado junto al colchón, como toda la basura. Se preguntó cuál era el sentido de las cosas, y por qué algunos hechos de la vida podían ser tan estériles.
Ya de noche, se dio cuenta que independientemente que el dinero hubiera servido a gente necesitada o hubiera sido calcinado, no era un hecho estéril. Aunque fuera una lección que le costó un millón de dólares y llegó sobre el final de sus días, vino a recordarle brutalmente que en la vida la seguridad no existe. “Hay que tomar todo en su justa medida, y agradecer a Dios por lo bueno y lo malo”, declaró a los medios.
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