
como la cancha de voley en su parque central o las pizarras blancas con ideas locas y dibujos disparatados en el lobby. Su meta es ambiciosa al extremo: "Poner toda la información del mundo a disposición de todos".
Todos trabajan por objetivos, y la cúpula de Google busca restarles preocupaciones a sus empleados para que mejoren su eficacia. ¿Hambre? Responden con comida gratis, de todo tipo y preparada por chefs de primer nivel.

¿Un masaje? Ahí lo tienes. ¿Cafecito? Del tipo que se te ocurra, junto con jugos, delicatessen y confitería. ¿Gimnasio? También, complementado por un servicio de lavandería. Y, si se vive sobre la bahía de San Francisco, te llevan y te van a buscar a tu casa, en ómnibus con butacas de cuero y servicio de Internet. Pero eso sí: exigen resultados.

La juventud de Google ?o su excentricidad, como se quiera? llega a los detalles más inesperados: carteles con desafíos matemáticos esperan a los varones cuando se colocan frente a los mingitorios; flippers y videojuegos están encendidos las 24 horas del día en los pasillos de los comedores, junto a mesas de billar y cocinas montadas entre las oficinas.
